lunes, 27 de mayo de 2013

Siete consejos para reducir el consumo de sal

Nuestra dieta contiene demasiada sal. El consumo medio de este condimento es de 9,7 gramos por persona al día, casi el doble del valor recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los datos más recientes apuntan que, en nuestro país, ocho de cada diez personas superan los límites diarios aconsejados, una realidad que las instituciones sanitarias nacionales y europeas se han propuesto combatir. La explicación es clara: el 45% de los infartos de miocardio y la mitad de los ictus cerebrales están relacionados con la hipertensión arterial. Su causa principal es el consumo excesivo de sal. El siguiente artículo ofrece siete consejos prácticos para reducir la cantidad de este condimento en las comidas y varias ideas sencillas para no pasarse con la sal en la cocina. 

Disminuir el consumo de sal: consejos prácticos

El consumo excesivo de sal es un importante factor de riesgo de sufrir hipertensión arterial, lo que a su vez aumenta la posibilidad de enfermedad cardiaca y accidente cerebrovascular. De hecho, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) señala que reducir la ingesta de sal a la mitad "podría evitar miles de muertes cada año por isquemia cerebral e infartos". Sin embargo, aunque las advertencias y las recomendaciones son claras, no siempre parece sencillo conseguir ese objetivo. Lo interesante es que el gusto por la sal es adquirido, de modo que se puede modificar y educar hasta lograr que disminuya. A medida que se ingiere menos sal, la preferencia por lo salado también se reduce. Para ello, pueden servir los siguientes consejos: 
    1. Comer más alimentos frescos, que contienen menos sodio.
    2. Reducir el uso de la sal al cocinar y dejar que cada comensal agregue la cantidad que desee en los platos individuales, como las ensaladas.
    3. Sazonar con especias y hierbas aromáticas ayuda a reducir de forma paulatina la adición de sal a los platos.
    4. Cocinar los alimentos al vapor: al no haber un medio con el que el alimento entra en contacto, no hay cesión de sustancias y se conserva mejor el contenido natural del sodio del alimento.
    5. La sal oculta de los alimentos elaborados es la más difícil de rehuir. Conviene reducir la ingesta de productos procesados, y en su caso, escoger los elaborados con menos sal o sodio (ver y comprobar la información de la etiqueta nutricional).
    6. La sal marina, por su sabor más fuerte, permite emplear menos cantidad para dar sabor a las comidas.
    7. Sustituir la sal por una de bajo contenido en sodio: aporta la mitad de sodio que la sal común.
Para asegurar unos hábitos alimentarios correctos, las etiquetas expresan a menudo el contenido de sal en gramos (g). El sodio, aunque se utiliza como sinónimo, no es sal. Por este motivo, para conocer la cantidad exacta de sal, hay que multiplicar por 2,5 los gramos señalados en sodio. Así, si la etiqueta de una lata de atún en escabeche informa de que sus 100 gramos contienen 0,59 g de sodio, esto significa que contiene 1,47 gramos de sal. 

Ideas para no pasarse con la sal en la cocina

Alrededor de un 10% del sodio que consumimos está presente en los propios alimentos. Otro 75% se agrega durante el proceso de elaboración -sobre todo en productos precocinados-, y es en la elaboración de los platos en casa donde se suele añadir un 15% más. La organización en la cocina es fundamental para no cometer errores ni tener que desalar los platos una vez que se han cocinado. Algunos consejos prácticos para evitar sorpresas en la mesa son: 

  • En los cocidos, no conviene salar ni probar el punto de sal hasta el final.
  • El reposo de los potajes aumenta la concentración de los sabores. Es preferible pecar de soso y rectificar en el último momento.
  • El frío potencia este proceso. Si dejamos el guiso de un día para otro en la nevera, el sabor del plato se concentra aún más. Preparados como el ragú de ternera, los calamares en su tinta o los caracoles con salsa mejoran con el reposo en la nevera. Por ello debemos dejarlos un poco sosos para añadir el punto de sal cuando los volvamos a regenerar.
  • Si queremos alimentos jugosos -sobre todo en las piezas pequeñas, como filetes de pescado, pechugas de aves o carnes nobles- cocinados en la plancha, sazonamos al final.
  • Si buscamos que los aromas penetren en el alimento, sin importar perder unos pocos jugos, hay que sazonar al principio.
  • Para los guisos de larga cocción, sazonamos ligeramente al principio para que las fibras se rompan y haya un intercambio de jugos y aromas entre el alimento que se cocina y el medio donde se prepara. No se añade más sal hasta el final.

Via: http://www.eroski.es/eroski-y-tu/salud-bienestar/posts/siete-consejos-para-reducir-el-consumo-de-sal

sábado, 25 de mayo de 2013

¿Ninguna dieta "te funciona"?


Marta tiene sobrepeso desde hace muchos años. Ha probado todo tipo de dietas a lo largo de su vida: la de la alcachofa, la de sirope, la de los sobres, la Dukan…  Estas dietas llegaban a su conocimiento a través de amigas o conocidos que se las habían recomendado o a través de publicidad en la televisión, libros o revistas. Había acudido a todo tipo de centros para adelgazar: médicos privados que tenían mucha fama, homeópatas, herborísterías, centros de productos dietéticos… También lo había intentado con distintos productos adelgazantes, que se anunciaban en la tele o en las revistas, incluso algunos que un comercial le había traído a su propia casa.

Marta siempre empezaba con mucha motivación, pero la mayoría de las veces acababa abandonando las dietas antes de cumplir su objetivo, porque se aburría de comer siempre lo mismo, porque pasaba hambre, porque los platos no se adaptaban a sus gustos y a su ritmo de vida, porque tenía que comprar productos carísimos o porque echaba de menos los alimentos que tenía prohibidos por la dieta.

Al acabar sus dietas o dejarlas, Marta volvía a comer normal y volvía a recuperar el poco o mucho peso que había perdido. Así una y otra vez a lo largo de los años.

Marta se comparaba con lo que comían sus amigas y se enfadaba porque consideraba que para la cantidad que comía, no debería estar así, ya que sus amigas comían más que ella y no engordaban. Y sin embargo ella, tenía que vivir siempre a dieta.

Marta tiene ahora 46 años y pesa 15 kilos más que cuando empezó  a hacer sus primeras dietas. Ha llegado a la conclusión de que su problema de peso tiene que ser genético, de que tiene la mala suerte de que le ha tocado a ella y que nunca logrará adelgazar, así que ha tirado la toalla, mientras espera que se invente la dieta que a ella le funcione o el producto que le haga adelgazar para siempre.

¿En qué ha fallado Marta?

1.  Nunca ha sido asesorada por la persona adecuada.  En ningún caso debería haber sido asesorada por amigos o conocidos cuyo único argumento es "a mí me funcionó" y cuya única formación en nutrición es lo que leen en las revistas. Tampoco debería haber acudido a terapeutas que carecían de la titulación adecuada. Marta debería haber acudido primero a su médico a realizarse un chequeo general y luego haber acudido a un dietista-nutricionista, que le elaborase su tratamiento dietético, algo que ella nunca había hecho. Ella simplemente acudía a quien le prometía adelgazar rápido y sin esfuerzo o a consultas de terapeutas que tenían mucha fama, sin valorar su formación, que debería ser nutrición humana y dietética, no un curso o un master u otra carrera sanitaria.

2. Ha realizado siempre dietas milagro. La dieta debería haber sido hecha para ella, es decir, una dieta personalizada de verdad, adaptada a sus necesidades, gustos, hábitos de vida… El único nombre que debe tener la dieta es el suyo: la dieta de Marta. En ningún caso debe estar basada en un único alimento o grupo de alimentos con prohibición de otros, sea la prohibición temporal o durante toda la dieta. Debe incluir frutas, hortalizas, verduras, legumbres, cereales integrales, lácteos, frutos secos, aceite de oliva, carnes y pescados en la proporción que se determine según sus características.


¿Cómo podía haber reconocido que estaba ante una dieta milagro? ¿Cuáles son sus características?
  • Prometen resultados rápidos (“Con nuestro método, usted logrará adelgazar de forma inmediata“, “Pierde 5 kilos en dos semanas“…)
  • Profetizan resultados asombrosos, mágicos ( “elimina sólo la grasa localizada“, “depura tu organismo“…)
  • Prohíben el consumo de un alimento o de un grupo de alimentos, temporalmente o durante toda la dieta (frutas, verduras, cereales y derivados, lácteos…)
  • Contienen listados de alimentos buenos y malos o permitidos y prohibidos.
  • Exageran o distorsionan la realidad científica de un nutriente (las bondades de las proteínas, de los Omega 3…).
  • Incluyen o se basan en el consumo de preparados que, casualmente, vende quien promueve el tratamiento dietético (como sobres, cápsulas, viales, infusiones, galletas, tostadas…)
  • Los preparados que se venden para hacer la dieta son carísimos comparados con el coste de los alimentos comunes del supermercado (a pesar de que darán el mismo resultado a la dieta).
  • Incluyen relatos, historias o testimonios para aportar credibilidad (“Más de un millón de lectores ya han adelgazado siguiendo esta dieta”)
  • Contienen afirmaciones que contradicen a la comunidad científica (“Con nuestro método podrá mantener su peso estable durante el resto de su vida”)
3. Ha recurrido a productos milagro. No existen productos adelgazantes y menos aún que hagan mantener el peso perdido. La única forma de mantenerlo es corregir los malos hábitos que la habían hecho engordar para siempre. Y además este tipo de productos no sólo no sirven para tratar el sobrepeso sino que no siempre son inocuos.

4. Ha sido víctima de la publicidad engañosa que le bombardea en todos los medios, queriendo creer a la desesperada todo lo que le prometían.
 
5. Nunca se planteó que su problema de peso era debido a sus malos hábitos: una alimentación diaria inadecuada y sedentarismo, por lo que nunca se planteó que para mantener el peso perdido debía modificarlos para siempre, corregir esos mismos errores que la habían llevado a su situación de sobrepeso, aprender a comer mejor.

6. Lo que ella llama comer normal es comer mal, ya que ha sido esa forma de comer la que la ha conducido al sobrepeso.

7. Ella considera que una dieta “que funciona” es una dieta que le haga perder peso lo más rápido posible y con el mínimo esfuerzo, cuando una dieta eficaz es aquella que hace perder peso lentamente, que incluye alimentos que a ella le gustan y que suele comprar, que es compatible con su modo de vida, y que le enseña y acostumbra a comer de una forma más saludable.

8. Se compara con sus amigas. Ella sólo ve comer a otras personas en momentos concretos (que además suelen ser días de fiesta, cenas de fin de semana…), no tiene en cuenta la dieta total diaria y habitual de estas personas sino solo lo que ella les ve comer en momentos puntuales, ni tiene en cuenta la actividad física que realizan, ni su forma de vida, su edad…

9. Considera que come poca cantidad, sin tener en cuenta la calidad de lo que come, cómo está cocinado, lo que bebe, lo que picotea entre horas o mientras cocina o la actividad física que no realiza.

10. Piensa que tiene que estar toda la vida “a dieta”. No, tiene que cambiar sus hábitos para no tener que volver a realizar ninguna dieta, ya que si engorda una y otra vez está haciendo algo mal. Tiene que aprender a comprar, cocinar y comer de una forma saludable y apetitosa y a incluir la actividad física regular en su forma de vida.

Pues bien, Marta no existe, y su caso me lo he inventado, pero representa  a muchas personas que viven en su misma y preocupante situación. Lo de preocupante no es tanto por su problema de peso (que tiene solución), sino por el hecho de tropezar una y otra vez con la misma piedra, su incapacidad para elegir una manera apropiada y saludable para perder peso, recurriendo siempre a terapeutas o métodos inadecuados, métodos y productos milagrosos… retrasando así encontrar la verdadera solución a su problema e ignorando porqué ha llegado a ese punto.

Como sabiamente dijo Albert Einstein “Es una locura seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”. Y esto es lo que le pasa a Marta y lo que le pasa a muchas personas que se encuentra en su misma situación.

Si quieres que esta vez sea diferente, hazlo de forma diferente, empieza de cero. Resetea todas las ideas de nutrición que hayas malaprendido y aprende de nuevo, renuncia a las dietas y productos milagro, acude a un dietista-nutricionista y que tu objetivo no sea perder peso  rápido, sino que sea mejorar tus hábitos para siempre, no tengas prisa, despacito y con buena letra, que los malos hábitos que has tenido durante toda la vida no se cambian en dos días. Acepta que esta es la única forma de mantenerte en un peso saludable y no pierdas tiempo buscando o esperando remedios mágicos. Quizás así, esta vez, con un poco de motivación, paciencia y constancia, el resultado sea distinto.


lunes, 20 de mayo de 2013

Ir al supermercado con hambre arruina la dieta

Según demuestra un estudio reciente, las personas que van al supermercado cuando tienen hambre suelen llenar el carrito con alimentos llenos de calorías, y también compran mucha más cantidad de la que realmente necesitan. 

Brian Wanskink y Aner Tal, del Food and Brand Lab de la Universidad de Cornell, explican que esta conducta no solo afectará la cena de esa noche, sino que también influirá en el menú de toda la semana. Y ese rapto de “locura gastronómica” será contraproducente para quien busca seguir una dieta saludable y baja en calorías. 

"Está demostrado que con hambre, la gente compra más comida de la que realmente tenía pensado. Lo que ocurre es que se rigen por parámetros que llevan a elegir alimentos con más calorías”, explica Tal. Esto ocurre porque las comidas con más calorías son las que proporcionan más energía.
 

Durante el estudio dirigido por los expertos de Cornell, en Ithaca, Nueva York, se observó la conducta de un grupo de voluntarios a los que se les pidió que hicieran una compra "en línea" en un supermercado simulado, y quienes sentían más hambre tendían a elegir alimentos con más calorías, como helado regular, en lugar del bajo en grasas.

La prueba se repitió en otro estudio que involucró a 82 voluntarios, “con hambre” y “sin hambre”. Los caramelos, snacks salados y carnes rojas fueron las comidas más demandadas. 

Actualmente los científicos investigan si comer algo un rato antes de salir de compras modifica la elección de los alimentos en relación a las calorías que contienen.

La nutricionista Samantha Heller, del Langone Medical Center, de Nueva York, explica que el cuerpo no reconoce la diferencia entre sentir hambre porque se hace dieta y por una hambruna, donde no se sabe cuándo se podrá acceder al alimento para lograr sobrevivir. Por eso el organismo se pone en el modo “supervivencia” y elige aquellos que le proporcionan más energía, que son los que tienen más calorías. En la lenta evolución del cuerpo humano, éste todavía cree que cada mañana “¡hay que salir de caza para asegurarse el desayuno!”, explica la experta.

La nutricionista considera que aunque este estudio es muy pequeño, demuestra la importancia de comer a intervalos regulares para que el cuerpo entienda que hay combustible a su disposición. Así el metabolismo funciona a nivel óptimo. Por eso comer sano, con porciones controladas y en forma regular, combinado con el ejercicio físico, es la mejor manera de que el cuerpo y la mente funcionen a la perfección. 

Via:  http://midieta.com/es/los-alimentos/ir-al-supermercado-con-hambre-hace-engordar

miércoles, 15 de mayo de 2013

Diez consejos para prevenir la obesidad infantil

La obesidad ha dejado de ser una epidemia para convertirse, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en una "pandemia". Es decir, es una "enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región". De entre dichos individuos, los más vulnerables son los niños. Tanto es así, que la obesidad infantil es hoy una auténtica crisis de salud pública. A la vista de las desalentadoras estadísticas de esta patología en el mundo, tiene sentido afrontar su prevención desde la más tierna infancia. A continuación se ofrecen diez sugerencias para combatir la obesidad infantil y se explica qué factores inciden en ella. 

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Prevenir la obesidad infantil en tres pasos 


De igual forma que los padres siguen criterios concretos a la hora de escoger un colegio o un colchón para su hijo, deberían tener presentes ciertas recomendaciones para prevenir la obesidad. Aunque el papel de las administraciones es tan o más importante que el de los individuos (tal y como han confirmado en febrero de 2013 investigadores de la Universidad de Zaragoza), a continuación se citan una serie de consejos para que padres o cuidadores prevengan, en la medida de sus posibilidades, esta enfermedad. 

Los pequeños cambios son poderosos, y sobre ellos inciden todas las entidades implicadas en la salud infantil desde hace varios años. La siguiente lista detalla los más relevantes. Se han adaptado a partir de consideraciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
  1. Servir raciones adecuadas para la edad del niño. Un estudio reciente ha observado que el tamaño de la vajilla influye, como el adulto, en el volumen de comida ingerido por el menor.
  2. Tener en el hogar una variedad de hortalizas, frutas y cereales integrales (pan integral, pasta integral, arroz integral, etc).
  3. Escoger leche y productos lácteos bajos en grasa o desnatados.
  4. Limitar el consumo de carnes rojas o de derivados cárnicos.
  5. Promover el consumo de legumbres y frutos secos.
  6. Retirar de la vista del niño las tentaciones ricas en calorías (lo mejor es no tenerlas en el hogar).
  7. Fomentar la actividad física, sin olvidar que los niños imitan a los adultos: si los padres hacen deporte, los hijos también lo harán. Para prevenir la obesidad, el mínimo de tiempo diario que deberían dedicar los niños a realizar actividades de intensidad de moderada a vigorosa asciende a 60 minutos. Una revisión acaba de comprobar que el sedentarismo en la adolescencia es la norma.
  8. La bebida de elección para calmar la sed debe ser el agua. El consumo habitual de zumos está desaconsejado.
  9. Se debe limitar el consumo de azúcar, bollería y, sobre todo, bebidas azucaradas ("refrescos"). Diversos expertos consideran que se debería enviar "mensajes claros" a la población sobre los efectos negativos de dichas bebidas.
  10. Restringir a no más de 2 horas diarias el tiempo que los niños dedican a ver televisión, jugar a videojuegos o a navegar por Internet (los menores de 2 años de edad no deberían ver la televisión). Un estudio aparecido en abril de 2013 en BMJ Open señala que los hijos de padres que ven mucha televisión suelen repetir su (mal) ejemplo. 

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Factores que alimentan la obesidad infantil 

Científicos de la Universidad de Zaragoza resaltan la importancia de los últimos dos puntos de la lista anterior. Han constatado, en un estudio cuya primera firmante es la dietista-nutricionista Silvia Bel-Serrat, que ver poco la televisión y tomar una baja cantidad de bebidas azucaradas es crucial para prevenir el riesgo cardiovascular en niños. De hecho, estos dos factores fueron más importantes incluso que seguir una dieta rica en frutas y hortalizas o practicar ejercicio físico. La publicidad de "comida basura" influye de forma negativa.

Nuestra alimentación, cada vez menos saludable, el estilo de vida, muy sedentario, y otros motivos englobados en el concepto "entorno obesogénico", explican en gran medida las actuales tasas de obesidad en la infancia. Los niños con exceso de peso tienen más posibilidades de padecer diversas enfermedades y además suelen sufrir más rechazo y estigmación social que los niños con un peso normal. No menos significativo es que tendrán serias dificultades para disminuir su peso si entran en la edad adulta con obesidad. De ahí la importancia de hacerle frente a tiempo. 

Además de los diez puntos anteriores, para prevenir la ganancia excesiva de peso conviene limitar el número de veces que los niños comen en restaurantes de comida rápida (fast food) y, en paralelo, promover las comidas en familia. Esto último no solo previene la obesidad, también ejerce beneficios psicosociales. Todo ello sin olvidar que las escuelas u otros ambientes educativos cercanos al niño pueden prevenir de forma eficaz esta patología. Aún así, los padres deberían tener presente la reflexión del compositor Gustav Mahler: "No hay más que una educación, y es el ejemplo". 

Obesidad en la primera infancia, ¿De qué se nutre? 

Cada vez existen más pruebas que señalan que el peso en la edad escolar puede determinar el peso que se tendrá en la edad adulta. No obstante, existen pocos datos en relación a la primera infancia. En este sentido, un riguroso estudio publicado en diciembre de 2012 en Archives of Diseases in Childhood indicó que los factores que pueden predisponer a un bebé a padecer sobrepeso u obesidad son los siguientes:
  • Sobrepeso de la madre antes del embarazo
  • Tabaquismo materno durante el embarazo
  • Peso elevado del bebé al nacer
  • Rápida ganancia de peso por parte del bebé en los primeros meses
  • Incorporación temprana de alimentos sólidos (conviene que aparezcan a partir de los 6 meses)
  • No amamantamiento 
 
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Este último factor -el riesgo que puede suponer no amamantar al bebé en relación a la obesidad infantil- ha sido mencionado por importantes documentos de referencia publicados en 2007, 2011 y 2012 No obstante, un análisis más reciente (febrero de 2013) señala que el efecto negativo del tabaquismo materno sobre la obesidad infantil se justificaría por el estilo poco saludable que suele existir en los hogares en los que la madre fuma.
En cualquier caso, la prevención de la obesidad en la primera infancia pasa por evitar el tabaquismo en el hogar, tratar el exceso de peso de la madre (en su caso), amamantar al bebé de forma exclusiva hasta los seis meses y seguir con la lactancia materna a demanda (complementándola con alimentos saludables habituales en la dieta de la familia) hasta los dos años de edad o más. 

Via: http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/aprender_a_comer_bien/infancia_y_adolescencia/2013/05/15/216701.php

jueves, 9 de mayo de 2013

Algunos mitos y realidades de una alimentación saludable

Verdad:
No hay dietas mágicas, ni productos milagrosos. No te dejes engañar

Falso:
El agua engorda según el momento en el que la tomemos. En realidad el agua no tiene calorías. La leyenda de que engorda más según si la tomamos al principio, durante o al final de las comidas es sólo una “leyenda".

Verdad:
No hay alimentos que engorden y otros que no. Todos los alimentos "engordan" según la cantidad de calorías que contienen.


Falso: 
Las dietas que se basan en comer sólo un tipo de alimento o de restringir drásticamente las cantidades son muy buenas para adelgazar. En realidad estas dietas pueden ser muy desequilibradas nutricionalmente, a la vez que monótonas y muy poco saludables.

Verdad:
La medida que mejor garantiza el éxito de una dieta para perder peso es el cambio de hábitos de forma permanente. Todos necesitamos llevar una alimentación saludable para mantener un peso adecuado y un buen estado
de salud.

Falso:
Los alimentos ricos en hidratos de carbono como el pan son los que más engordan. En realidad los hidratos son la fuente fundamental de calorías de una dieta equilibrada y la base de nuestra alimentación. Además son más saciantes que las grasas y tienen menos calorías. 

Falso:
Los productos light adelgazan. En realidad cuando en la etiqueta de un alimento pone que es light sólo significa que contiene menos calorías que el alimento original, pero continúa teniendo, en muchas ocasiones, una cantidad significativa de calorías ¡Compruébalo!

Falso:
Los alimentos integrales no engordan.
En realidad los alimentos integrales son más saludables por su contenido en fibra, pero la cantidad de calorías que aportan es similar.

Falso:
Para adelgazar hay que saltarse comidas.

Verdad:
La comida hay que repartirla a lo largo del día, ya que pasar períodos largos sin comer favorece que en la siguiente comida comas en exceso. 

Falso:
Las mejores dietas son las que te hacen perder peso muy rápidamente.
 
Verdad:
las dietas con las que pierdes peso muyrápidamente, generalmente se acompañan también de una ganancia posterior de peso muy rápida. Es decir, favorecen el llamado efecto yo-yo, que es tan perjudicial para la salud.


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jueves, 2 de mayo de 2013

¿Cuántos kilómetros recorren los alimentos?

Muchos de los alimentos que consumimos han viajado grandes distancias hasta llegar a nuestros platos. En este recorrido se han emitido toneladas de CO2 y de otros compuestos, contribuyendo al cambio climático y al aumento de la contaminación atmosférica. Por eso, reflexionar sobre el origen de los productos con los que cocinamos es también una manera de proteger el medio ambiente.

Según indica un informe presentado por Amigos de la Tierra y en el que han participado las Universidades de Sevilla y Vigo, en el año 2007 se importaron más de 29 millones de toneladas de alimentos, lo que supuso la emisión de casi 5 millones de toneladas de CO2. En los últimos años, las importaciones de alimentos no han parado de aumentar, incluso las de aquellos que también se producen cerca de nuestras casas. “El 87% de los garbanzos que se consumen en España son importados, mientras que la superficie dedicada a este cultivo ha disminuido drásticamente en España con la pérdida de empleo y paisaje que esto supone”, afirmó Manuel Delgado, catedrático de la Universidad de Sevilla.  

 El transporte por carretera contamina más que por ferrocarril


Alimentos kilométricos

Sin embargo, los consumidores tenemos alternativas: los productos locales y de temporada necesitan menos recursos para su producción y han recorrido distancias menores hasta llegar a nuestras cocinas. Al hacer la compra, se puede preguntar o buscar el origen de los alimentos para escoger los que se hayan producido con menos contaminación y más cerca de nuestros hogares. 

También es preferible evitar los productos que se ofertan con un exceso de envases de plástico, pues en el proceso de empaquetamiento se consume mucha energía y se producen emisiones de CO2. Por ejemplo: ¿Alguna vez te has preguntado cuanta energía se utiliza para producir, envasar en plástico y transportar las lechugas iceberg que proceden de Holanda o Irlanda y que se encuentran en todas las fruterías y supermercados? Seguramente supere el valor energético de la propia lechuga.

Debido al aumento de la demanda, cada vez es más sencillo encontrar alimentos locales y de temporada en nuestros comercios. Y, a la hora de salir a comer fuera, las opciones también se han multiplicado. Un ejemplo es el programa Kilómetro 0 que ha puesto en marcha la asociación Slowfood. La entidad otorga un sello de `Restaurante kilómetro 0” a aquellos locales que cumplen una serie de requisitos con respecto a los alimentos que ofrecen. Estos restaurantes identifican en su carta al menos cinco platos `kilómetro cero´, es decir, elaborados con productos locales y con bajo impacto ambiental. Con todo ello, la organización pretende reducir la emisión de CO2 a la atmósfera producida por el transporte de alimentos.
¿Te apuntas a consumir productos locales? ¡Recuperamos cultivos locales y reducimos las emisiones CO2


Es preferible escoger productos locales

Via:  http://www.mundo-geo.es/green-living/cuantos-kilometros-recorren-los-alimentos