martes, 12 de marzo de 2013

Cinco al día

Definición

Las frutas y hortalizas son alimentos indispensables en nuestra alimentación. Aportan poca energía y son ricas en fibra, vitaminas y minerales, además de poseer fitonutrientes que pueden ofrecer protección frente a enfermedades degenerativas, contribuyendo a una menor mortalidad total y a una mayor expectativa y calidad de vida.

El consumo de, al menos, 5 raciones de frutas y hortalizas al día, contribuye a llevar una alimentación equilibrada y juega un papel importante en cualquier etapa de la vida.


Imprescindibles en la infancia y adolescencia.
Básicos en la edad adulta.
Bien aceptados en los mayores. 


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¿Por qué 5 al día?
 
5 al día es el número mínimo de raciones de frutas y hortalizas frescas que debemos consumir cada día si queremos mantener una dieta sana y equilibrada.

Porque 5 raciones de frutas y hortalizas al día nos aportan gran cantidad de agua (entre un 75 % y un 95 % de su peso es agua); vitaminas, hidrosolubles como la vitamina C, el ácido fólico y pequeñas cantidades de otras vitaminas del grupo B (B1, B2, B3 y B6), y liposolubles como los compuestos carotenoides (principalmente, ß-caroteno) con actividad de pro-vitamina A y las vitaminas K y E; minerales entre los que destacan potasio, magnesio y pequeñas cantidades de calcio, hierro y fósforo; fitoquímicos (compuestos orgánicos presentes en los alimentos de origen vegetal que, en general, no son nutrientes y que ejercen efectos beneficiosos sobre la salud) entre los que se pueden destacar los compuestos carotenoides, los compuestos fenólicos, los glucosinolatos y los fitoesteroles; y fibra.
Consumir diariamente frutas y hortalizas frescas nos ayuda a prevenir distintas enfermedades como las enfermedades cardiovasculares, los trastornos digestivos, algunos tipos de cáncer y enfermedades neurodegenerativas, además de ayudarnos en la lucha contra el sobrepeso y la obesidad.

Nos proporcionan pocas calorías (menos de 70 kcal por 100 gramos de parte comestible) y grasas saturadas (menos del 1 % de su peso, con excepciones como el aguacate con un 12 % de su peso), y nos ayudan a disminuir la ingestión de otros alimentos porque nos producen sensación de saciedad. Son alimentos de fácil preparación, porque son sencillos de cocinar y muy fáciles de encontrar en las tiendas.

Por otra parte, hay que destacar que tanto las frutas como las hortalizas, por tratarse de alimentos de origen vegetal, no contienen colesterol.


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El consumo de, al menos, 5 raciones de frutas y hortalizas al día contribuye a llevar una dieta equilibrada y juega un papel importante en cualquier etapa de la vida. Son alimentos bien aceptados por las personas mayores, básicos durante la edad adulta e imprescindibles para la formación de buenos hábitos alimentarios en la infancia y adolescencia.

Via:  http://www.5aldia.com/

viernes, 1 de marzo de 2013

Intolerancia a los alimentos


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A menudo sufrimos ciertos trastornos que, aunque por lo general no comprometen seriamente nuestra salud, sí merman en gran medida nuestra calidad de vida. La causa de tales molestias se encuentra muchas veces más cerca de lo que pensamos, a tan sólo un bocado. Ciertos alimentos habituales en nuestras dietas, que para la mayoría de las personas resultan inofensivos, pueden provocar en otras incómodas dolencias.



¿Qué es y cuáles son sus síntomas?

Una intolerancia alimentaria se produce cuando el cuerpo no acepta el alimento o alguno de sus componentes, dando lugar a una respuesta anómala por parte del organismo que puede incluir: dolor, vómitos, diarrea, alteraciones respiratorias, dermatitis y eccemas, migrañas,...
Las reacciones pueden ser desde muy leves a graves que pongan en peligro la vida de la persona.
Estas reacciones, ademá, pueden ser similares a las provocadas por otros trastornos, por lo que a menudo se confunde la intolerancia con una intoxicación alimentaria o con una aversión psicológica hacia un determinado alimento.

Intoleracia y alergia: diferencias

La denominación de intolerancia recoge todo tipo de alteraciones relacionadas con la capacidad de nuestro organismo para aceptar los alimentos presentados. Las razones que la provoquen pueden ser varias: incapacidad de fraccionar o digerir el alimento, reacciones alérgicas a éste, déficits metabólicos,...
Cuando específicamente se demuestra el origen de estos trastornos es debido a la respuesta inadecuada y exagerada del sistema inmune, hablamos de alergia alimentaria.

Las reacciones adversas provocadas por una alergia (situación que sólo afecta a un 2% de la población adulta) suelen revestir mayor seriedad que las de las intolerancias y acostumbran a producirse de forma inmediata, aunque en ocasiones aparecen al cabo de hora o días. La reacción extrema y de mayor gravedad es la denominada anafilaxis, que puede acabar, incluso, en la muerte.

Determinar las causas

La intolerancia alimentaria puede producirse por múltiples causas, por ejemplo como consecuencia de una liberación de histamina, que no es de carácter alérgico (suele ocurrir el el caso de marisco y fresas); por una carencia o deficiencia de ciertas enzimas que intervienen en el proceso de la digestión (lactasa, etc), o por procesos metabólicos de nuestro organismo.

Acertar con el diagnóstico

Uno de los métodos más habituales para detectar si existe o no algún tipo de intolerancia consiste en ir suprimiendo de la dieta el alimento o alimentos que están bajo sospecha y comprobrar si, pasado un tiempo razonable, los síntomas desaparecen. Junto a este sistema tradicional, en los últimos años se ha introducido progresivamente el denominado Test Alcat. Esta prueba reproduce en el laboratorio una situación equivalente a la que ocurre en realidad en nuestro organismo cuando entramos en contacto con los alimentos, y sirve para descubrir cómo reacciona nuestro cuerpo ante más de un centenar de productos alimenticios.

Hacerle frente

Mientras normalmente las personas que sufren una alergia alimentaria necesitan eliminar de su dieta el alimento que lo desencadena, por lo general, quienes padecen una intolerancia pueden consumir pequeñas cantidades del alimento o del componente que les provoca la reacción sin que se produzca ningún síntoma, excepto en el caso del gluten, ya que aunque se conserva la denominación de intolerancia al gluten, se trata en realidad de un proceso alérgico. En ocasiones, tras haber eliminado totalmente el alimento de la dieta por un largo periodo de tiempo, se prueba su reintroducción (en vistas a mejorar de esta forma la calidad de vida del paciente). Si se reproduce la sintomatología es definitivamente eliminado de la dieta.
En algún caso, como la intolerancia a la lactosa, la privación continua de la lactosa en la dieta puede implicar una menor producción de enzimas lactasas y, consecuentemente. la persistencia de la intolerancia.

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Localizar el alimento

Con cierta frecuencia cuesta localizar cuál puede ser la causa del problema. Habitualmente se trata de un componente del alimento, por ejemplo, la lactosa de los lácteos, las proteínas de los mariscos, el gluten de determinados cereales, etc.
Debemos de hacer una lista exhaustiva de todos los productos/alimentos que pueden contener tal ingrediente.
Hay que tener en cuenta también que las industrias alimentarias pueden incluir estos ingredientes (aislados del alimento) en otros productos.
Puede ser el caso de las proteínas lácteas en la bollería, harinas en embutidos, etc., lo que hace mñas difícil su detección. Del mismo modo, el trigo (gluten) puede estar donde menos se espera: embutidos, salchichas,helados,...

Debemos leer todas las etiquetas de los alimentos en busca de estos ingredientes, y si tenemos alguna duda, llamar a la empresa fabricante para que nos asegure la presencia o ausencia de los alimetos sospeechosos.
Cuando se come fuera de casa, hay que preguntar sobre los componentes y métodos culinarioa que se han empleado en su elaboración. Si tenemos dudas, lo mejor es optar por alimentos sencillos de los que estamos seguros, e incluso, si hace falta, llevar nuestra propia comida como precaución.

Además de controlar los alimetos, también hay que prestar mucha atención a los medicamentos, ya que algunos azúcares como la lactosa, la fructosa y la sacarosa se emplean en la composición de muchos fármacos.

En cualquier caso, en el mercado hay cada vez una mayor y más variada cantidad de productos específicos para las personas con intolerancias.

Via: Revista "Dietética y salud"